martes, 1 de junio de 2010

Almorzando finalmente con Javier Wong


"Aquí no se trata de un equipo o de la estandarización de un producto (franquiciable), sino de la mano privilegiada de cocineros irremplazables" rezaba la frase que definía a los Restaurantes de Culto en la feria Mistura 2009. Aquel domingo de setiembre almorcé, conversé y gocé junto a mi amigo Alfredo con la heredera de Rosita Ríos, Sonia Bahomonde y mis paisanos Emilio y Gladys; y cuando finalmente me dirigía al reino del cebiche, el lenguado se había terminado. Don Javier en persona, a modo de consuelo, me dijo: "Te espero en mi casa sobrino".

Esa noche, mientras premiaban a los mejores cocineros de la mejor comida del mundo, decidí iniciar este blog motivado por esa sensación que despierta el probar una nueva sazón, por degustar ese plato tantas veces recomendado, por comprobar en el paladar el talento de cocineros apasionados.

Sólo hay once mesas. Los comensales debieron reservar su espacio desde la mañana sino desde el día anterior, como en mi caso. De entrada, cebiche de lenguado con pulpo. El mesero no tiene nada que ofrecer, sólo va a servir lo que al Maestro se le ocurra servirte pero no hay de qué preocuparse, sus recomendaciones son siempre bienvenidas. Ni bien terminamos, vino el plato de la tarde: un tiradito de lenguado con cebollita china, aceite de oliva y pecanas a discreción. Sencillamente maravilloso. En ese momento, cerré los ojos y sólo deseaba que el tiempo se prolongara para inmortalizar ese momento, esa textura, ese sabor nunca antes conjugado. Indescriptible sensación, el castellano no es tan prolijo para narrar el arte de ese bocado.

Era el turno de un plato caliente: "¿salado o agridulce?" es la pregunta. Daba lo mismo, sólo quería que lo sirvan; pero Andrés, con quien celebraba el excelente desempeño del mes pasado, atinadamente dijo: "salado". En pocos minutos éramos testigos de un festín de trozos de lenguado, esencias, verduras, algas chinas y unas flamas de más de un metro que salían de ese wok de acero inoxidable. Delicioso, para variar. Al terminar le pregunté por el nombre de ese platillo, a lo que Chez Wong me respondió: "no tengo idea, ya ni me acuerdo cómo lo hice".

No en vano le dicen Maestro, pues se requiere algo más que un doctorado en artes culinarias para servir magia en tres minutos con limitados insumos, espacio reducido, desbordante creatividad y poca memoria.

Un detalle que no ovidaré es que con Javier nos une no sólo la pasión de la buena comida, sino también nuestras raíces militares, pues estudié en el Colegio Militar Leoncio Prado treinta y cuatro promociones después de la suya; quizá por ello en las paredes de su recinto figuran los retratos de Bolognesi, Quiñones y Grau como recordatorio a las nuevas generaciones.

Este restaurante de culto a puerta cerrada queda en la calle Enrique León García 114 Santa Catalina, La Victoria (altura cudra 3 Av. Canadá). Aquí no puedes sino debes llamar al 4706217 para reservar salvo tengas corona (literalmente). No tengo idea de cuánto costó cada plato pero no fue barato. Sin embargo el ratio precio/calidad lo compensa largamente. Además, aquí no vienes a almorzar, sino a darte un gusto, a vivir una experiencia.

1 comentario: